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viernes, 5 de septiembre de 2008

Una historia de mulos de Peñaflor.

Esta historia me la han contado esta mañana y me ha parecido un buen exponente de la picaresca que se daba en otros tiempos cuando la necesidad o la mezquidad campaban a sus anchas, allá por los años 40 en los campos de Andalucía...



Resulta que en un cortijo decidieron dejar que una pareja de mulos pastara a sus anchas en un prado cercano, durante todas las noches; de esa manera se ahorrarían parte del dinero en pienso y paja que destinaban al mantenimiento de los animales. Pero sucedió que los mulos durante el día seguían teniendo el mismo apetito o más y conforme pasaban los días se comprobaba que el rendimiento de la pareja de acémilas disminuía, pareciendo que, desde la mañana, las bestias ya andaban cansadas.

Se resolvió vigilar a los animales durante la noche para resolver el misterio; uno de los trabajadores se apostó en los bordes del prado de manera que, a la luz de la luna, podía mantenerse al tanto de las idas y venidas de los mulos...fue así cómo descubrieron en qué empeño se agotaban: resulta que el dueño de otro terreno cercano se llegaba a por los mulos y se pasaba toda la noche arando sus tierras con ellos, con lo que los animales no tenían ni unas horas de descanso...

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí este fin de semana me contaron también una historia de burros y de lo hijoputas que pueden llegar a ser los humanos: resulta que alguien de Peñaflor (no sé quién es, no me lo dijeron pero me gustaría averiguarlo) compró un montón de burros en Marruecos porque se enteró de que daban subvenciones por estos animales y que los tenía sin cuidarlos casi hasta que dejaron de dar las subvenciones y los volvió a vender. Ahí queda eso.