"Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo: -¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
-¿Por qué le llamas desgracia? -respondió el padre. Veremos lo que trae el tiempo... A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. -¡Padre, qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho. Nuestro caballo ha traído otro caballo.
-Por qué le llamas suerte? - repuso el padre. Veamos qué nos trae el tiempo. En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna. -¡Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho. ¡Me he quebrado la pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció: -¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo! El muchacho no se convencía de la respuesta sino que gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo. El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno".
A veces atribuimos una importancia exagerada a las cosas malas que nos pasan y olvidamos que si bien la felicidad sólo es momentánea tampoco hay mal que dure eternamente...según leo en "El alma está en el cerebro", de Eduard Punset, existe una especie de sistema inmunopsicológico que nos hace regresar lentamente a nuestro estado emocional basal, por muy dura que haya sido nuestra esperiencia; es la forma que tiene nuestro cerebro de protegernos de nuestras emociones, de evitar que el dolor nos autodestruya.
-¿Por qué le llamas desgracia? -respondió el padre. Veremos lo que trae el tiempo... A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. -¡Padre, qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho. Nuestro caballo ha traído otro caballo.
-Por qué le llamas suerte? - repuso el padre. Veamos qué nos trae el tiempo. En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna. -¡Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho. ¡Me he quebrado la pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció: -¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo! El muchacho no se convencía de la respuesta sino que gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo. El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno".
A veces atribuimos una importancia exagerada a las cosas malas que nos pasan y olvidamos que si bien la felicidad sólo es momentánea tampoco hay mal que dure eternamente...según leo en "El alma está en el cerebro", de Eduard Punset, existe una especie de sistema inmunopsicológico que nos hace regresar lentamente a nuestro estado emocional basal, por muy dura que haya sido nuestra esperiencia; es la forma que tiene nuestro cerebro de protegernos de nuestras emociones, de evitar que el dolor nos autodestruya.
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